Robert Fisk | Vía @lajornadaonline
¿Se habrá visto en Medio Oriente una guerra en la que impere semejante hipocresía? ¿Una guerra de tal cobardía, moralidad malvada, con tan falsa retórica y vergüenza pública? No hablo de las víctimas físicas de la tragedia en Siria. Me refiero a las mentiras y mendacidad de nuestros gobernantes y nuestra opinión pública –tanto en Oriente como en Occidente– en ambos casos, dignas de risotadas: no son sino una horrible pantomima más propia de una sátira de Swift que de Tolstoi o Shakespeare.
Mientras Qatar y Arabia Saudita arman y financian a los rebeldes sirios para derrocar la dictadura alawita-baazista-chiíta de Bashar Assad, Washington no pronuncia ni una crítica contra estas naciones. El presidente Barack Obama y su secretaria de Estado Hillary Clinton dicen que quieren democracia para Siria, pero Qatar es una autocracia y Arabia Saudita está entre los más perniciosos califatos dictatoriales del mundo árabe. Los gobernantes de ambos estados heredan el poder de sus familias, igual que lo hizo Bashar, y Arabia Saudita es aliada de los opositores salafistas waabitas de Siria de la misma forma en que fue un ferviente defensor del Talibán medieval durante las épocas oscurantistas de Afganistán.